24 sept 2008

8 años después




El curso 1999 / 2000 fue entre otras muchas cosas el protagonizado por aquella discusión acerca de cuándo empezaba el nuevo milenio, si en 2000 o en 2001. Pero si pasará a la historia fue porque Telecinco estrenó un nuevo formato de programa y lo bautizó como "Gran hermano".

A mi Gran Hermano me daba lo mismo, al militar en Antena3 mi fe cegadora en la cadena, iba pintando su logotipo en las pizarras de las clases, los libros y los ventanales del autobús, me impedía considerar otras alternativas de entretenimiento que no fuesen las que ella facturaba, y así estaba yo, sin saber de qué hablaba el 99% de la clase. Porque hasta nuestro tutor y a la vez profesor de filosofía estaba enganchado, y él miso se extrañaba. Fijaos hasta qué punto, que el día antes a uno de sus exámenes, nos dijo de reservarlo para dudas, y nadie cayó de hablar del concurso, y yo escuchando.

Pero para mí ni GH ni el cambio de milenio me harían recordar el 23-S, sino hubiese sido porque de la charla que en el salón de actos nos dieron a todos los que comenzábamos primero de bachillerato mi nombre no hubiese salido en la lista del grupo G. No es que durante aquel curso me enamorase y me fuese correspondido el amor, ya saben que a mi eso nunca me interesó porque yo siempre he sido una tipa dura.

Si aquel curso perdurará en mi cabeza fue porque supuso un cambio en mi modo de ver las cosas. Me fui a Madrid de Museos aunque la intención era no irme, pero fui incapaz de resistirme al viaje con un tutor que no hacía otra cosa salvo contarnos anécdotas de sus viajes y en particular qué haríamos en éste. Por los profesores entre los que destaco: al mismo tutor y a las profesoras de historia e inglés, a ellas dos ya las conocía de ir a los despachos de Jefatura de Estudios a examinarme y a él de que mi amiga Yolanda lo saludase cuando lo veíamos en los recreos, pues a ella le daba clase; sólo faltó que me diese Física y Química el profesor que en broma me decía: “¿cuántas va a aprobar?, ¿dos?, ¿tres?”, pero yo no elegí el bachiller de ciencias. Y por las risas, si, jamás lo pasé tan bien aprendiendo, si, y no exagero, quién me conozca sabe que río mucho, pero aquel curso fue genuino en ello: reía en filosofía, bueno lo raro era no hacerlo un día, reía con las huelgas que mis compañeros montaban por una estúpida gotera, reía cuando mi compañero Juan (nacimos el mismo 6 de octubre) se colgó de los colmillos del elefante del Museo de Ciencias, reí cuando el tutor nos enseñó a hacer papiroflexia al crear una rana de papel cada uno (la mía la hizo él mismo), reí cuando un compañero echó a otra por un ventanal y lo grabó con su cámara de aquellas VHS, reí cuando el tutor se puso una de esas ranas pero gigantes porque la hicieron con el papel de un cartel en la cabeza,… y por tantas cosas que estaría aquí hasta las 21.00 escribiendo y me quedaría a mitad.

Fue un muy buen curso y las notas acompañaron. Y los recuerdos no faltaron. La pena es que no tengo el don de teletransportarme, que de otra manera, me daba un viaje cada dos por tres a aquellos años. Mantengo relación por mail con mi tutor y la profesora de Historia, de hecho no hago nada más que pensar en verlos. A ellos y a Nieves, y mis amigos del pueblo que aún viviendo cerca los añoro. A ver si escribo un día de estos a otros profesores,….

1 Abrazo a todos…

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